Durante el periodo vacacional hemos estado
más relajados, nuestra vida social ha sido más intensa, y hemos podido
disfrutar de más tiempo libre. Nuestros hábitos alimentarios han sido
diferentes (más aperitivos, comidas fuera de casa, viajes...) y al final, todo
esto puede jugarnos una mala pasada y traducirse en unos kilos de más en la
báscula.
Tras
el periodo vacacional, el estrés también puede hacer acto de presencia: la
vuelta al trabajo, el colegio de los niños, los estudios... los días empiezan a
hacerse más cortos y la luz tan benéfica para nuestro buen humor, disminuye.
Todos estos factores pueden hacer que, tras el periodo de relajación y de
actividades al aire libre, la vuelta a las tareas cotidianas ocasione en muchas
personas una fatiga moral, trastornos del sueño, cansancio, pudiendo llegar a ocasionar alteraciones del
apetito.
En
esta época, es un buen momento para replantearnos desde un principio, volver a
los buenos hábitos y no caer en los errores más frecuentes como pueden ser:
- Comer
deprisa o saltarse alguna comida, principalmente el desayuno porque no se tiene
tiempo, favorecen la sensación de hambre y el consumo de alimentos fuera de las
comidas.
- Comer
cualquier cosa en el trabajo o en la oficina. Esto puede hacer que se consuma
más café o más té y por tanto se incremente el nivel de ansiedad.
Se
deben plantear objetivos que puedan cumplirse a largo plazo, como pueden ser:
- Desayunar
correctamente, ya que una alimentación insuficiente por la mañana influye en el
grado de atención.
- Distribuir
el total de la ingesta en 4 o 5 comidas. La repartición alimentaria es lo que
condicionará nuestro organismo para una mejor asimilación de los nutrientes.
- Hacer
una alimentación variada y diversificada, ya que las monodietas crean carencias
importantes.
- Procurar
un ambiente agradable durante las comidas y dedicar el tiempo necesario para
cada una de ellas.
- Mantener
un horario, y ser regular en la distribución de las comidas, ya que en caso
contrario se pueden producir desarreglos nutricionales que pueden llevar a una
ingesta elevadas de alimentos o a carencias nutricionales.
- Vigilar
la sal que se añade a las comidas para evitar retenciones de líquidos.
- Beber
1,5 l de agua al día aunque no se tenga sed, para mantener una buena
hidratación del organismo.
- Limitar
la ingestión de cafeína, alcohol, teína. Privilegiar las infusiones diuréticas
(cola de caballo, salvia, menta...)
Sin
olvidar la actividad física regular, de dos a tres veces a la semana,
complemento indispensable para la salud, el equilibrio y el bienestar.